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lunes, 28 de febrero de 2011

La tiranía del cuerpo

Por Equipo de Producción de Seguí Participando, Jóvenes en Acción!

A diario, ya sea en los medios de comunicación o en casuales charlas con amigos y familiares, escuchamos largos comentarios sobre los estereotipos de belleza y sus consecuencias negativas para la salud física y mental de las personas. Y por lo general, algunos minutos después siempre hay alguien que reivindica la dieta para adelgazar de moda, el uso de niños e infantes en publicidades gráficas y televisivas, o realiza un comentario jocoso sobre los kilos de más de la actriz más taquillera del momento. Pareciera que toda la sociedad estuviese atravesada por una fuerte tensión entre lo que pensamos sobre los estereotipos de belleza, y lo que decimos y hacemos con respecto a éstos en nuestra vida diaria.

Ahora bien, ¿qué son exactamente los estereotipos de belleza?, ¿el concepto de belleza ha variado a lo largo de la historia y de acuerdo a cada tipo de sociedad?, ¿de qué forma se transmiten dichos estereotipos y cuáles son sus consecuencias en los seres humanos y sobretodo en los jóvenes?.

Cuando hablamos de un estereotipo hacemos referencia, a una serie de características que forman o tiene algo o alguien. Al que luego de un profundo juicio de valor, la sociedad lo califica de estético o antiestético. Es decir, que la gente da su aceptación o su rechazo a lo que es bueno o malo, según su criterio y gusto temporal, su pertenencia socio-cultural, su idiosincrasia.

A lo largo de la historia, ha variado significativamente el concepto preponderante que los seres humanos han tenido con respecto a la belleza. Dicha concepción se manifiesta de manera uniforme en los diversos grupos sociales. De hecho en la época paleolítica, el estereotipo de mujer tenía rasgos como: un cuerpo robusto, pechos grandes y caderas pronunciadas, con el fin de poder concebir mayor cantidad de hijos. Hace más de dos milenios, las mujeres egipcias acentuaban la línea de sus ojos para darles mayor vida y usaban pelucas con largas trenzas negras. Para los romanos, sin embargo, la belleza femenina ideal era la mujer de cabellos rubios y crespos. El campesinado romano consideraba bello el aspecto fresco de la cara, la complexión fuerte y sólida, todo ello como resultado del trabajo físico. Sin embargo, la alta sociedad romana admiraba las manos delicadas y pequeñas, el aspecto enfermizo y débil; consecuencias de una vida de lujo e inexistente esfuerzo. Por su parte, la clase alta del Imperio Chino gustaba de las mujeres con los pies deformados y las manos con uñas muy largas, como demostración de que las poseedoras de esas "virtudes" no debían caminar ni mucho menos trabajar. En la época medieval, la mujer europea se afeitaba el nacimiento del cabello para resaltar la frente y santificar sus encantos.

En las últimas centurias, los patrones de belleza femenina han cambiado, ahora se valoran rasgos como la delgadez, la altura, la cabellera rubia, los ojos claros, los labios gruesos y las medidas corporales 90-60-90, son consideradas ideales. Por el contrario, una mujer con un grado de sobrepeso, bajita y piel morena es considerada poco atractiva, e incluso puede convertirse en objeto de actos discriminatorios. Esas presiones sociales, promovidas principalmente por intereses comerciales, son vivenciadas principalmente por las jóvenes, quiénes deben seguir los patrones conductuales que su entorno les impone. Ejerciéndose así una violencia real hacia ellas, que atenta gravemente contra la aceptación sus propios cuerpos.

Los medios de comunicación y sobre todo los espacios publicitarios hacen uso y abuso en sus mensajes, de un único concepto de cuerpo, un cuerpo ideal, al que todos deben aspirar para estar sanos y poder pertenecer, poder sentirse parte. La industria del bienestar ha convertido la salud en un deber, que sólo puede ser satisfecho mediante el consumo de determinados productos y servicios comerciales. Esa constante muestra de mensajes persuasivos, forma un cansador y tiránico discurso pro – belleza, que bordea la discriminación, naturaliza ciertos hábitos perjudiciales para la salud, promueve el machismo y atenta contra la dignidad humana.

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